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El Hombre Que Sedujo A La Gioconda
Dionigi Cristian Lentini
Esta es la historia del hombre que conquistГі y sedujo a la mujer que, indescifrablemente inmortalizada por Leonardo de Vinci, sedujo al mundo con su mirada. Es la historia de Tristano, un joven diplomГЎtico pontificio con un pasado misterioso y sombrГo que, entre estrategias y engaГ±os, entre aventuras y complots, entre intrigas y guerras de la Italia del Renacimiento, cumpliГі brillantemente sus misiones, una tras otra, utilizando el arte que mejor conocГa, el arma mГЎs poderosa: la seducciГіn. Pero llegГі el momento en que el destino le encargГі la tarea mГЎs importante… Un investigador independiente del CNR de Pisa, experto en criptografГa y blockchain, encuentra por casualidad en el archivo de una abadГa toscana un extraГ±o archivo encriptado que contiene una increГble, extraordinaria e inГ©dita historia… de la cual no puede desprenderse: En una frГa noche en la que la historia ensayaba el Renacimiento, mientras los seГ±ores de Italia se aniquilaban unos a otros por el efГmero control de las fugaces fronteras de sus paГses, un joven diplomГЎtico pontificio con un misterioso pasado prefiriГі probar su mano en el arte de la seducciГіn en lugar de la guerra. ВїQuiГ©n era Г©l? No era un prГncipe, ni un lГder, ni un prelado, no tenГa ningГєn tГtulo oficial… y sin embargo hablar con Г©l era como conferir directamente con el Santo Padre, se movГa con facilidad en el complejo tablero polГtico de aquel perГodo pero nunca dejaba rastro alguno, escribГa la historia todos los dГas pero nunca aparecГa en ninguna de sus pГЎginas… estaba en todas partes y sin embargo era como si no existiera. De un seГ±orГo a otro, de un reino a una repГєblica, entre estrategias y engaГ±os, entre aventuras y complots, Tristano cumpliГі con Г©xito sus misiones… hasta que el destino le encargГі la tarea mГЎs importante: descubrir quiГ©n era realmente. Para ello tuvo que descifrar una carta de su verdadera madre, mantenida durante 42 aГ±os oculta por la casta de los poderosos de la Г©poca. Para ello, tuvo que cruzar aquel increГble intersticio temporal indemne de una extraordinaria e inaudita concentraciГіn de personajes (estadistas, caudillos, artistas, literatos, ingenieros, cientГficos, navegantes, cortesanos, etc.) que han cambiado de forma significativa, drГЎstica e irreversible el curso de la historia. Para ello, tuvo que seducir a la mujer que, indescifrablemente inmortalizada por Leonardo da Vinci, sedujo al mundo con su mirada.
Dionigi Cristian Lentini
El Hombre que Sedujo a la Gioconda
CON MOTIVO DEL quingentГ©simo ANIVERSARIO
DE LA MUERTE DE LEONARDO DA VINCI
La historia que aquГ se narra es mera ficciГіn y producto de la imaginaciГіn del autor
La informaciГіn, las referencias y las menciones histГіricas que contiene tienen el mero propГіsito de dar veracidad a la narraciГіn
Cualquier referencia o analogГa a hechos, episodios, personajes o lugares que realmente existieron es puramente casual
VersiГіn original en italiano (2019):
L’uomo che sedusse la Gioconda
[Con motivo del quingentГ©simo aniversario de la muerte de Leonardo da Vinci]
Esta obra estГЎ protegida por la ley de derechos de autor
Se prohГbe toda reproducciГіn no autorizada, incluso parcial
© Dionigi Cristian Lentini – 2020
TraducciГіn de Jorge Ledezma MillГЎn
A mi tГo
Don Giovanni Lentini
PrГіlogo
“Hola semental ;-) Estuviste fantГЎstico esta noche. No pienses demasiado en ello: no siempre puedes ser John Holmes… :-) En cuanto llegue a la oficina te enviarГ© algo sobre ese monje donjuГЎn del que te hablГ©. Que tengas un buen dГa.”
Tal era el mensaje privado que Francesca acababa de enviarle mientras se dirigГa hacia la abadГa en su anticuado convertible de metano.
Ni siquiera habГa escuchado llegar la notificaciГіn. De hecho, estaba hablando por telГ©fono con el profesor De Rango, quien por 33ВЄ vez lo habГa recomendado para hacer un buen trabajo y sobre todo para saludar al padre Enzo, el abad amigo del rector… y sabe Dios cuГЎntos otros directores y dirigentes.
"Es increГble cГіmo la red de telefonГa celular estГЎ tan extendida en esta remota ГЎrea montaГ±osa", pensГі.
Después de exactamente veintisiete segundos, decidió implementar el plan de emergencia previsto en tales casos por el protocolo de supervivencia…….. : "simulación de pérdida repentina de señal, colocándolo en un estado indetectable durante los próximos 30 minutos".
Claudio, de 40 aГ±os, un investigador externo del Instituto de InformГЎtica y TelemГЎtica del CNR de Pisa, con ocho aГ±os de cheques y contratos temporales en su currГculum vitae, habГa sido enviado en un viaje de emergencia para lo que los anglosajones llaman “Damage assessment and disaster recovery", en la prГЎctica, una intervenciГіn para evaluar el daГ±o y restaurar los datos del archivo digital de una antigua abadГa toscana que 48 horas antes habГa sufrido un ataque cibernГ©tico por parte de un habilidoso hacker ruso.
Obviamente la idea de pasar toda la semana en una biblioteca medieval recuperando pergaminos digitalizados, reinstalando sistemas operativos, analizando discos de oraciГіn y escuchando cantos gregorianos (sin quizГЎs ni siquiera tener acceso a una pelГcula pornogrГЎfica), mientras que el mundo exterior se ocupaba de la cadena de bloques y la criptografГa, no le parecГa particularmente excitante.
En el Гєltimo aГ±o no habГa producido ninguna publicaciГіn cientГfica. Y no porque no hubiese investigado lo suficiente o no hubiese logrado resultados concretos… …quizГЎs simplemente porque no habГa encontrado nada realmente interesante que valiese la pena compartir con el resto del planeta. Por ello, a la primera oportunidad, solГan burlarse de Г©l sus colegas, quienes, a diferencia de Г©l, publicaban y patentaban cada flatulencia que emitГan en el aire despuГ©s de una comilona de frijoles en Valleriana.
En resumen, aquella maГ±ana ni siquiera su CD de "Hotel California" de The Eagles podГa levantarle el ГЎnimo.
LlegГі a la cima de la abadГa a las 9:37 a.m., justo cuando las guitarras de Don Felder y Joe Walsh terminaban uno de los solos mГЎs hermosos de la historia del rock.
"Oh, doctor, bienvenido a nuestra casa. El ReverendГsimo Padre lo esperaba desde ayer… Venga, venga, le explicarГ© todo".
Un cordial y alarmado fraile le dio la bienvenida, seГ±alando inmediatamente el camino hacia el archivo violado.
La situaciГіn era menos grave de lo que habГa imaginado: el servidor principal estaba caГdo, un troyano ransomware habГa encriptado la mitad de todo con una clave AES de 2048 bits y exigГa un rescate de 21 bitcoins, la mayorГa de los frailes ni siquiera sabГan quГ© eran ransomware y un bitcoin, pero afortunadamente la restricciГіn (sГіlo lectura/escritura) para acceder a los permisos de los archivos en el archivo de copia de seguridad se habГa mantenido … y tambiГ©n – luego dicen que no es cierto que los monjes tienen suerte- la Гєltima copia disponible que el procedimiento de sincronizaciГіn automГЎtica y copia de seguridad habГa producido 16 horas y 18 minutos antes del ataque. En resumen, si no hubiera estado en un lugar sagrado, nuestro investigador sin duda habrГa exclamado: "ВЎВїQuГ© demonios…?!"
Por tanto, la gran mayorГa de la informaciГіn estaba a salvo. SГіlo era cuestiГіn de erradicar la infecciГіn y restaurar unos 9 terabytes de escaneos de manuscritos y libros digitalizados, para despuГ©s devolverlos manualmente desde los discos de copia al disco principal. Lo que aliviГі aГєn mГЎs a Claudio fue que aquella operaciГіn se podГa realizar tambiГ©n desde Pisa, evitando asГ que su ya estropeado paladar entrara en contacto con los suculentos platos de aquel infame restaurante con tres estrellas en la GuГa Michelin llamado "refectorio".
AsГ que, despuГ©s de sГіlo 4 horas, Claudio le dio las instrucciones necesarias para la restauraciГіn del host al fraile que le pareciГі mГЎs despierto, retirГі los elementos esenciales del estante, cargГі todo en el automГіvil y regresГі a casa.
Ah, mientras tanto el smartphone habГa empezado a recibir la seГ±al de nuevo y el punto rojo de la derecha indicaba dos mensajes:
– El primero, del siempre simpГЎtico profesor De Rango, decГa textualmente: "ВЎNi siquiera los novatos mГЎs banales hacen mГЎs uso de tales trucos! ВЎEse telГ©fono ahГ arriba tiene una gran recepciГіn! Entiendo que te rompo los… ВЎВЎВЎpero es importante!!! AvГsame tan pronto como lo hayamos resuelto. Gracias".
"SГ, 'nosotros'… " pensГі.
– El segundo mensaje, de Francesca, contenГa una foto de un extracto de periГіdico de hacГa dieciocho aГ±os.
Su novia, en efecto, al enterarse del viaje de Claudio a dicho monasterio, habГa conseguido sacar, de los archivos del periГіdico local para el que trabajaba, una copia del artГculo que narraba la oscura historia de la muerte del Padre Sergio, un joven fraile rompecorazones, asesinado por un marido celoso que no soportaba que su mujer acudiese a confesarse tan a menudo.
El cadГЎver habГa sido encontrado frente a un retablo en un escenario espantoso a medio camino entre "El CГіdigo Da Vinci" y "Seven", entre "El Nombre de la Rosa" e "Instinto BГЎsico".
Desde entonces el caso habГa sido desestimado, pero nadie habГa logrado entender lo que significaba realmente la palabra escrita con sangre y que el luminol del R.I.S. habГa revelado sobre el hГЎbito del pobre clГ©rigo: "sinemensura".
Probablemente, de hecho, casi seguramente, si no hubiera leГdo dicho artГculo, con mГЎs de 37000000 archivos para analizar y la final de Roland Garros en la TV, el investigador no se habrГa detenido en aquel pequeГ±o directorio del sistema de archivos del Гєltimo disco llamado "Padre Sergio".
En su interior, encontrГі docenas de archivos de poemas de amor, fotos de bellas mujeres jГіvenes y un solo archivo de extensiГіn ".axx", un formato encriptado protegido por contraseГ±a.
Claudio sabГa muy bien que la probabilidad de adivinar la contraseГ±a (de 11 caracteres de 95 posibles) era de casi 0,00000000000000000175 % y que con un ataque de fuerza bruta de 100000 intentos por segundo podrГa tardar unos 1.000 millones 803 millones de aГ±os en descubrirla, pero, por una vez, dejГі de lado los nГєmeros y decidiГі hacer un solo intento:
EscribiГі “sinemensura” y allГ, como si fuera el cofre abierto del tesoro de un pirata, comenzГі a emerger la historia mГЎs bella que jamГЎs hubiese leГdo.
I
La Guerra de Ferrara
Noviembre 1482
El gГ©lido viento de aquella tarde de invierno no azotaba a los mirlos del Castillo de San Giorgio tanto como el viento de la pasiГіn que corrГa por sus venas palpitantes.
Era el mes de noviembre del Anno Domini de 1482, Mantua estaba helada, desierta… y Beatriz estaba acostada en la cama de su habitaciГіn con una mirada soГ±adora, fija en las ГЎguilas imperiales que adornaban el techo… y una imaginaciГіn reciГ©n descubierta saturaba su mente… pensamientos indecibles que, para una dama de su rango, estaban cerca de la indecencia. SabГa que cuando el parloteo de los sirvientes Gonzaga dejara el piano nobile, Г©l, el encantador diplomГЎtico ahora seГ±or de su juicio, llegarГa, cuidadoso y aprovechando la temeraria ausencia de su primo y prometido (el marquГ©s, junto a su padre, habГa estado luchando durante dos dГas bajo las murallas de Ferrara en la vigorosa defensa de la familia Este, amenazada por los venecianos del conde Roberto di San Severino).
En efecto, Girolamo Riario, codicioso seГ±or de Imola y ForlГ¬, bajo el patrocinio de su tГo Sixto IV, con el objetivo declarado de tomar posesiГіn del Ducado de Ercole d'Este en poco tiempo, habГa logrado persuadir al dux de Venecia de la necesidad de declarar la guerra a Ferrara, culpable de amenazar durante algГєn tiempo el monopolio del comercio de la sal en Polesine.
La Casa de Este, sin duda mГЎs refinada que militarizada, estaba relacionada, no casualmente, con el Rey de NГЎpoles (HГ©rcules se habГa casado con la hija de Fernando de AragГіn, Eleanor) y habГa podido forjar alianzas con los vecinos seГ±orГos italianos, incluyendo el de Ludovico MarГa Sforza conocido como el moro, a quien el Duque de Ferrara habГa prometido casar con una de sus hijas en tiempos menos turbulentos.
AsГ, toda la penГnsula se dividiГі pronto en dos bloques armados: por un lado el Estado Pontificio con Sixto IV, Imola y ForlГ¬ con el Riario, la RepГєblica de Venecia, la RepГєblica de GГ©nova, el Marquesado de Monferrato y el Condado de S. SegГєn Parma; por otra parte el Ducado de Ferrara con Ercole d'Este, el Reino de NГЎpoles con Fernando de AragГіn, el Ducado de MilГЎn con Ludovico il Moro, el Marquesado de Mantua con Federico Gonzaga, el Ducado de Urbino con Federico da Montefeltro, el SeГ±orГo de Bolonia dominado por Giovanni Bentivoglio y la RepГєblica de Florencia con Lorenzo de' Medici.
DespuГ©s del verano las tropas venecianas tenГan una clara ventaja: habГan conquistado Rovigo, asediado Ficarolo, tomado Argenta y ahora asediaban tambiГ©n Ferrara. La situaciГіn se habГa vuelto aГєn mГЎs crГtica para los Estensi desde que el lГder mГЎs experimentado de la coaliciГіn anti-veneciana, el infame Federico da Montefeltro, habГa muerto de fiebre palГєdica en septiembre.
De manera inesperada, el pontГfice, que entre tanto habГa derrotado a los napolitanos en Campomorto, decidiГі repentinamente poner fin a las hostilidades de su parte, llevando a cabo negociaciones con el Rey de NГЎpoles. Ludovico il Moro, quien, de hecho, trabajaba en la diplomacia, habГa logrado convencer a los asesores mГЎs cercanos del Santo Padre de que la rГЎpida expansiГіn de la Serenissima en el norte de Italia corrГa el riesgo de hacerse mГЎs peligrosa y amenazadora, tanto para MilГЎn como para Roma; por lo tanto, continuar aquella costosa guerra sГіlo para satisfacer las locas ambiciones del Riario no era en absoluto conveniente para nadie.
Era de esperarse que Venecia, a un paso de la victoria final, obviamente no tuviese intenciГіn alguna de retirarse, al contrario, querГa cerrar el juego, antes de que el invierno se volviera aГєn mГЎs riguroso.
Aquella tarde los lagunari, aprovechando una jugada temeraria de sus adversarios, habГan decidido lanzar un nuevo ataque desde el norte contra la guarniciГіn de Francesco Gonzaga, quien se esforzaba al mГЎximo por resistir a la fuerza contraria, concentrada mГЎs que nunca en la estrategia defensiva y totalmente ajena a lo que estaba a punto de suceder en los suntuosos salones de su bello palacio…
Fueron sГіlo dos golpes en la puerta: parecГa que el joven pretendiente estuviese tocando una campana, como el pesado pГ©ndulo de su mente, que ahora oscilaba entre el pudor extremo y la extrema audacia.
No es que ella despreciara el peligro en el cual se encontraba su marquГ©s, luchando entre las ballestas y los arcabuces, pero tambiГ©n requerГa de verdadero coraje sostener aquella llave, girarla y permitir que su amante cruzara aquel umbral, el Гєltimo baluarte de un corazГіn ya profanado.
Mientras el fuego de la chimenea extendГa la sombra de la puerta que se abrГa en la habitaciГіn, y el intrГ©pido caballero entraba, Beatriz se dio la vuelta y dejГі caer sensualmente al suelo su tocado de perlas.
"Dime que no es un pecado", suplicГі.
El joven se agachГі lentamente, tomГі el colgante, colocГі sus manos en las caderas de la dama y, rozando su cuello con sus labios, susurrГі la primera, la Гєnica frase de aquella noche:
"Ciertamente lo es. Pero aГєn mГЎs pecaminoso serГa desperdiciar este momento".
En ese instante, ella cerrГі los ojos, e, ignorando la amarga noticia de que al dГa siguiente vendrГa del campo de batalla, se volviГі suavemente y se entregГі a la pasiГіn. Y mientras su prometido era humillado por la caballerГa veneciana, ella, como una amazona en una silla de montar, se exaltaba a sГ misma, libre por una noche para ser ella misma.
AsГ que, cuando incluso el extremo combate de espadas en el campo cesГі y el Гєltimo leГ±o de la chimenea se consumiГі, el nuevo amanecer no llegГі para notificar la cada vez mГЎs inminente caГda de Ferrara… sino tan sГіlo la enГ©sima conquista de Tristano Licini dei Ginni.
II
El joven Tristano
Da BГ©rgamo a Roma
Tristano era un distinguido joven de veintidГіs aГ±os, brillante, culto y refinado; su esbelta constituciГіn y las proporciones de su fГsico hacГan de Г©l lo que solГa llamarse "un hombre apuesto"; a pesar de su corta edad, ya era un diplomГЎtico autorizado de los Estados Pontificios y, por lo tanto, estaba bien afianzado en todos los tribunales italianos. Sin embargo, no tenГa una sede fija, era enviado de vez en cuando por la Santa Sede en misiГіn a las SeГ±orГos de la penГnsula (y no sГіlo), a veces sin el conocimiento de los propios embajadores oficiales, para encargarse de los asuntos mГЎs delicados, confidenciales y a menudo secretos. Todos los SeГ±ores e interlocutores notables sabГan que hablar con Г©l equivalГa a dialogar directamente con el Santo Padre, sin embargo no tenГa ningГєn tГtulo nobiliario, su pasado era un misterio para todos, su nombre nunca aparecГa en ningГєn documento oficial, se vestГa mucho mejor que muchos condes y marqueses pero no portaba ningГєn honor ni blasГіn en su pecho, Mostraba una disponibilidad casi ilimitada de dinero pero no era hijo de ningГєn banquero o comerciante, se movГa con facilidad en el tablero polГtico pero nunca dejaba rastros, escribГa todos los dГas la historia pero nunca aparecГa en ninguna de sus pГЎginas… estaba en todas partes y sin embargo era como si no existiera.
En sus primeras tres dГ©cadas de vida habГa crecido en la provincia de BГ©rgamo, en la frontera con los territorios de la RepГєblica de Venecia, donde habГa recibido una buena educaciГіn cultural y una educaciГіn sexual y sentimental no convencional. HuГ©rfano de padre y, cuando aГєn era un adolescente, tambiГ©n de madre, vivГa con su abuelo, un noble viejo y cansado ahora en decadencia que, a pesar de todo, siempre se jactaba con orgullo de provenir de una familia de origen frederiano que, en la Г©poca de las Cruzadas, se habГa emparentado con miembros de familias toscanas tan nobles como ahora prГЎcticamente extinguidas; el anciano, sin embargo, seguГa gozando de un cierto respeto entre el pueblo y entre la gente del campo, algo que se reflejaba tambiГ©n en el jovencГsimo Tristano. En la edad escolar este fue confiado al cuidado de los dominicos primero y luego de los franciscanos, revelando desde el principio cierta propensiГіn a la lГіgica y la retГіrica, aunque cada domingo por la maГ±ana enfurecГa a sus tutores religiosos al preferir la visiГіn angelical de la llegada de las jГіvenes novicias a la iglesia, al estudio de los clГЎsicos, el griego y el latГn. A veces se le veГa triste, quizГЎ por la ausencia paterna, pero nunca malhumorado, tenГa un temperamento vivaz pero siempre sereno, un aire alerta pero nunca impertinente y un rostro limpio que lo hacГa muy apreciado por todos en el pueblo, especialmente por las damas.
Acababa de cumplir 12 aГ±os cuando un episodio que mГЎs tarde reaparecerГa frecuentemente en sus sueГ±os de adulto le abrirГa las puertas de un nuevo mundo, algo muy alejado de las reglas monГЎsticas a las que estaba acostumbrado y de las virtudes cardinales que leГa todos los dГas en los libros: Era una calurosa tarde de principios de verano, las puertas y las vistas del scriptorium de la biblioteca estaban abiertas de par en par para permitir que la corriente de aire hiciera menos pesadas dichas lecturas; Tristano tenГa en la mano un tomo sobre San AgustГn de Hipona, cuya historia le fascinaba particularmente y, sentado en una isla cerca de la ventana, se preparaba para zambullirse en el grueso ejemplar cuando notГі un extraГ±o movimiento en la calle a esa hora: Antonia, una viuda inconsolable, regresaba del cementerio, avanzando a paso rГЎpido por la calle desierta, casi arrastrando a su hija, quien no habГa aprendido a caminar sino hasta los dos aГ±os. La joven y desafortunada muchacha parecГa tener prisa por llegar sin ser vista a su destino; al poco tiempo, haciГ©ndose cada vez mГЎs circunspecta, desviГі su trayectoria ligeramente hacia la derecha y, tan pronto como llegГі al local del boticario, entrГі en Г©l. Inmediatamente despuГ©s, el dueГ±o, inclinado y con la cabeza fuera de la puerta, echГі una rГЎpida mirada a la derecha y a la izquierda, y cuando volviГі a entrar, cerrГі la puerta, la cual se abriГі de nuevo sГіlo media hora despuГ©s, para dejar salir a la madre y a la hija. Dicha dinГЎmica se repitiГі casi de manera idГ©ntica el sГЎbado siguiente, intrigando tanto a Tristano que la tentaciГіn de seguir investigando se hizo casi incontenible para el adolescente. AsГ que planeГі esconderse en un viejo cofre que un peГіn de su abuelo utilizaba para abastecer a la esposa del boticario, una dama adinerada que, junto con sus dos hijas, preparaba destilados, hidrolizados y perfumes para el laboratorio de su marido. Tan pronto como la carga estuvo lista, Tristano vaciГі del cofre el equivalente de su peso y se acomodГі en este, dejando que el trabajador la cargara en el vagГіn y completara su transporte sin sospechar, yendo directamente a la botica como era su rutina. Una vez allГ, escondido en su caballo de madera, como Ulises en Troya, esperГі el momento en que el ayudante del herbolario saliera a pagar al dependiente y saliГі del cofre que habГa sido colocado entre las diversas bolsas de cereales y hierbas que llenaban la habitaciГіn. En ese momento sГіlo quedaba esperar… Y de hecho, poco despuГ©s de que el campanario de la iglesia tocara la Novena, la bella Antonia, con su pequeГ±a, entrГі puntualmente en la semioscuridad; esperГЎndola en la entrada estaba el apuesto alquimista que, como un lobo en la presa, se aventurГі a su generoso pecho, empujando a la mujer hacia la puerta fija de la puerta; y mientras con la mano derecha bloqueaba la parte mГіvil de esta, con la izquierda hurgaba bajo la tГєnica de la atractiva dama, que, abandonando la mano de la pequeГ±a, se desataba al mismo tiempo el gorro que un momento antes recogГa su larga cabellera cobriza. El joven miraba incrГ©dulo lo que ocurrГa en medio de aquel Г©xtasis de hierbas medicinales, especias, raГces, velas, papel, tinturas, colores… DespuГ©s de las primeras efusiones, el boticario se soltГі y dio a la joven madre el tiempo justo para acomodar mejor a la niГ±a en un asiento con una muГ±eca de trapo y paja, luego la tomГі de la mano y, mientras la llevaba al cuarto de atrГЎs, le preguntГі sarcГЎsticamente: "Dime, ВїquГ© le dijiste hoy a Don Berengario en el confesionario?”. El Гmpetu entre ambos amantes se volviГі mayor que antes: a los resueltos y susurros siguieron los gemidos; tan pronto como el audaz espГa movГa el telГіn con dos dedos, veГa a los dos amantes fornicando pecaminosamente entre hierbas, semillas, perfumes, aguas aromГЎticas, aceites, ungГјentos…
AsГ comenzГі su educaciГіn sexual, que pronto corroborГі, como toda disciplina que se precie, con la teorГa (procurando la ayuda de algunos textos considerados por sus preceptores como prohibidos) y la prГЎctica (provocando pensamientos impuros en algunas jГіvenes novicias).
Su primera relación real con una mujer fue con Elisa di Giacomo, la hija mayor de un campesino que trabajaba en la finca. Dos años más tarde, la bella Elisa acompañaba gustosa a Tristano en sus largos paseos por los senderos de la montaña, embrujada por sus historias, sus planes… y a menudo los dos terminaban inevitablemente haciendo el amor en alguna cabaña o refugio de la zona.
De hecho, estaban juntos en la celebraciГіn del dГa de cosecha cuando un puГ±ado de soldados extranjeros llegaron galopando en medio de la fiesta, pasaron a un lado de los trabajadores y los alarmados transeГєntes y llegaron frente a la alcoba rural, rodeГЎndola. El hombre mГЎs alto de la fila, quien portaba una brillante armadura como nadie habГa visto en aquellos lares, desmontГі de su caballo, se quitГі el casco y, golpeando la puerta de una patada, para total azoro de los asombrados tortolitos, irrumpiГі:
"¿Tristano Licini de’ Ginni?".
"SГ, seГ±or, soy yo", respondiГі el joven, recogiendo sus pantalones y tratando de ocultar el cuerpo semidesnudo de su asustada compaГ±era con el suyo propio.
"Mi nombre es Giovanni Battista Orsini, SeГ±or de Monte Rotondo. ВЎVГstete! Debes seguirme a Roma inmediatamente. Tu abuelo ya ha sido informado y ha dado su permiso para que dejes estos lugares y te mudes lo antes posible a la casa de mi noble tГo, Su IlustrГsimo y Reverendo SeГ±or Cardenal Orsini. Mi tarea es escoltarte, incluso por la fuerza si fuese necesario, ante su santa persona. Por favor, no te resistas y sГgueme".
Y asГ, arrancado de su microcosmos provincial en el que habГa encontrado su equilibrio, con sГіlo 14 aГ±os de edad, Tristano dejГі para siempre aquellas pobres tierras de endebles fronteras para alcanzar y renacer como hombre en la opulenta ciudad que Dios habГa elegido para su asiento terrenal, en las eternas Urbs de los CГ©sares, en el caput mundi…
DespuГ©s de 7 dГas de agotador viaje, habiendo llegado exhausto a la residencia del cardenal en Monte Giordano, el joven huГ©sped fue inmediatamente confiado al cuidado de un sirviente y poco despuГ©s llevado a la presencia del ilustre cardenal Latino Orsini, un destacado exponente de la facciГіn romana de Guelph, Supremo CapellГЎn y Arzobispo de Taranto, ex Obispo de Conza y Arzobispo de Trani, Arzobispo de Urbino, Cardenal Obispo de Albano y Frascati, Administrador ApostГіlico de la ArquidiГіcesis de Bari y Canosa y de la DiГіcesis de Polignano, asГ como SeГ±or de Mentana, Selci y Palombara, et cetera et cetera.
Durante el corto trayecto, Tristano escudriГ±Гі las severas miradas de los bustos de mГЎrmol de los ilustres antepasados de la noble familia, sostenidos por mГ©nsulas con protuberancias en forma de leones y rosas, el sГmbolo distintivo de los Orsini. Las preguntas en su mente crecГan fuera de toda proporciГіn, persiguiГ©ndose, superponiГ©ndose unas a otras.
Aquel salГіn con ventanas, intercaladas con pilastras, coronado por tГmpanos curvos con cabezas de leГіn y piГ±as, ГЎguilas coronadas, serpientes, etc.… le parecГa infinito.
Su Gracia estaba en su polvoriento estudio, intentando firmar docenas de papeles que dos diligentes diГЎconos le entregaban con ritual pericia.
Tan pronto como se dio cuenta de que el joven habГa llegado, levantГі la cabeza poco a poco, girГЎndola ligeramente hacia la entrada; lentamente, con los ojos fijos en el muchacho y manteniendo el codo sobre la mesa, levantГі el antebrazo izquierdo, con la palma abierta, para anticiparse a su ayudante suspendiendo el paso de otros documentos. Se puso de pie y se acercГі al reciГ©n llegado sin prisa, como si buscara el mejor ГЎngulo para apreciar mejor sus rasgos; acariciГі su rostro con benevolencia, para despuГ©s poner sus dedos bajo su barbilla.
"Tristano", sussurrò… "finalmente, Tristano".
Luego colocГі una mano sobre su cabeza y con la otra lo bendijo dibujando una cruz en el aire.
El muchacho, aunque lleno de miedo y asombro, lo miraba fijamente para escudriГ±ar cada mГnimo movimiento de su boca y ojos, y encontrar algo que pudiese de alguna manera revelar la razГіn de su inmediato traslado. El cardenal, sosteniendo en su mano el precioso crucifijo que adornaba su pecho, se volviГі con un chasquido hacia la vidriera y, avanzando, se anticipГі a Г©l diciendo:
"Pareces inteligente, muchacho. Seguramente te preguntarás la razón de este coercitivo traslado a Roma… "
DespuГ©s de una breve pausa, continuГі:
"TodavГa no ha llegado el momento de que lo sepas. AГєn no… Solo debes saber que si estГЎs aquГ es por tu bien, por tu protecciГіn y por tu futuro. Y, de nuevo, por tu bienestar y el de la Santa Iglesia de Roma es que no debes saberlo. En estos tiempos oscuros, fuerzas diabГіlicas conspiran juntas contra el bien y la verdad. Tu madre lo sabГa. Ese rosario alrededor de tu cuello es suyo, nunca te lo quites, es su protecciГіn, su bendiciГіn.
Si hay algo precioso en ti se lo debes sГіlo a ella, que te dio a luz con su carne a esta vida temporal y con su corazГіn a la vida eterna. Ella, en su infinito amor maternal, antes de reunirse con nuestro SeГ±or, te confiГі a nuestra persona y desde entonces hemos guardado un turbio secreto que cuando llegue el momento, sГіlo entonces, te serГЎ revelado. Veritas filia temporis".
"SeГ±or, te lo ruego", intervino entonces Tristano con voz temblorosa "como todo buen cristiano necesito conocer la verdad…" y, sosteniendo su corazГіn palpitante con la fuerza del coraje, aГ±adiГі: "La vida de los santos y sobre todo la de San AgustГn nos enseГ±an a buscar la verdad, la misma verdad que ahora me ocultas".
El prelado se dio la vuelta y, mirando severamente, pero casi con suficiencia ante la reacciГіn del adolescente, respondiГі:
"Te respondo como lo hizo Ambrosio de MilГЎn a quien indignamente citas: 'No AgustГn, no es el hombre quien encuentra la verdad, este debe dejar que la verdad lo encuentre a Г©l'. Y como el entonces joven de Hipona, tu viaje hacia la verdad acaba de empezar".
Incluso antes de que alguien se atreviera a pronunciar otra palabra, mirГі a su acompaГ±ante y concluyГі:
"Puedes irte ahora".
Tristano, mudo y aturdido, fue retirado del lugar y, despuГ©s de algunos dГas, vestido segГєn los cГЎnones de esa casa secular, de Mons. Ursinorum fue trasladado a la Curia con el sobrino del cardenal.
Giovannni Battista, a pesar de las insistentes protestas del joven, nunca dio explicaciones vГЎlidas a esas misteriosas reticencias (tal vez no lo sabГa o tal vez se veГa obligado a guardar silencio) … pero se limitГі a cumplir plenamente la tarea que le habГa encomendado su tГo, iniciando inmediatamente al huГ©rfano en la mejor formaciГіn diplomГЎtica, … habiendo, entre otras cosas, tenido ya la oportunidad de comprobar que el muchacho no se inclinaba en absoluto por la vida mГstica y religiosa.
Este Гєltimo, en la intimidad de las noches, a veces recordaba las palabras de aquel primer encuentro con el cardenal Latino, impotente ante las preguntas que le asediaban la mente: Вїpor quГ© no podГa o no debГa saberlo? ВїPor quГ© y de quiГ©n debГa ser protegido? ВїPor quГ© su humilde madre habrГa revelado y confiado a un ilustre prelado un secreto arcano sobre Г©l? ВїPor quГ© aquel secreto era tan peligroso para Г©l e incluso para toda la Iglesia?
En otras ocasiones habГa pensado en los lugares y personas de su infancia pero, ahora confiado definitivamente por su Гєnico pariente vivo a este ilustre nuevo protector, no podГa dejar de aprovechar la ocasiГіn para probar lo que habГa escuchado enfГЎticamente de los relatos de los padres dominicos; por lo tanto, se concentrГі en sus estudios y pronto se adaptГі a los cГrculos eclesiГЎsticos romanos, a las suntuosas habitaciones de la Curia, a los monumentos gigantescos, a los majestuosos palacios, a los suntuosos banquetes…
… tempora tempore, era como si ese tipo de vida siempre le hubiera sido familiar. No pasaba un dГa sin que desarrollara nuevas experiencias; no pasaba un dГa sin que agregara nuevas nociones a su bagaje cultural; no pasaba un dГa sin que conociera a nuevas personas: prГncipes y criados, artistas y cortesanos, ingenieros y mГєsicos, hГ©roes y misioneros, parГЎsitos y pusilГЎnimes, prelados y prostitutas. Una continua e inagotable palestra de la vida…
Conocer a tanta gente como fuese posible, de cada clase, de cada origen, de cada extracciГіn, de cada cultura, de cada credo, de cada linaje, entrar en su mundo, encontrar informaciГіn Гєtil, analizar cada pequeГ±o detalle, escrutar a fondo cada alma humana, … era despuГ©s de todo la base de su profesiГіn. Y aparentemente aquello lo llevГі a convertirse en un amigo de todos. En realidad, de la inestimable multitud de hombres y mujeres que habГa conocido en su vida, el diplomГЎtico sГіlo podГa contar con unos pocos amigos verdaderos, tres de los cuales conociГі en esos mismos aГ±os y con los cuales compartГa un Гntimo secreto:
Jacopo, un monje benedictino, un fino alquimista, erudito en botГЎnica, brebajes, pociones, perfumes, pero tambiГ©n fabricante de excelentes licores y digestivos. CompartГa con Tristano la pasiГіn por los clГЎsicos patrГsticos y la bГєsqueda filosГіfica de la verdad. A una edad muy temprana habГa matado con un alambique a su maestro, un viejo pedГіfilo impotente que habГa abusado repetidamente de sus estudiantes. El cadГЎver, disuelto en ГЎcido, nunca fue encontrado.
VerГіnica, criada por su madre en un burdel veneciano, habГa aprendido ya desde muy joven el arte de la seducciГіn que practicaba en Roma desde hacГa algunos aГ±os; su casa de citas era frecuentada todos los dГas por pintores, hombres de letras, soldados, ricos comerciantes, banqueros, condes, marqueses y, sobre todo, prelados de alto rango. La chica ya no tenГa ninguna familia en el mundo, excepto una hermana gemela que nunca habГa conocido, de cuya misteriosa existencia sГіlo sabГa Tristano.
Ludovico, hijo y ayudante del sastre personal de la familia Orsini, muy refinado, creativo, extravagante, extrovertido, experto en los mГЎs dispares tejidos, telas y accesorios, siempre informado sobre las novedades y tendencias de los paГses italianos y europeos. ВїSu secreto? … se sentГa mГЎs atraГdo sexualmente por los hombres que por las mujeres y, aunque nunca se habГa atrevido a revelarlo, sentГa una admiraciГіn y un afecto particular por Tristano que a veces trascendГa el ГЎmbito de lo meramente amistoso.
Tan pronto como podГa, libre de las cargas de la Curia, entre una misiГіn y otra, el embajador diplomГЎtico frecuentaba con gusto a sus amigos… DespuГ©s de cada misiГіn, tan pronto como regresaba a Roma, solГa visitarlos, contarles acerca de las dinГЎmicas aventureras que habГa experimentado y obsequiarles un recuerdo.
En el verano de 1477 el cardenal Orsini cayГі gravemente enfermo; llamГі inmediatamente a su protegido, que se encontraba en la abadГa de Santa MarГa de Farfa. Tristano corriГі como un rayo, pero cuando llegГі a Roma el palacio ya estaba de luto. Mientras subГa al piso principal, la sala que subГa hasta la cabecera estaba llena de prГncipes fГєnebres y notables que susurraban: el alto cardenal habГa muerto en vano y con Г©l la posibilidad de conocer por su voz el arcano misterio que envolvГa el pasado del joven funcionario.
Desafortunadamente, el cardenal no habГa dejado nada que pudiese revelar algo. Tampoco el testamento del prelado hacГa la mГЎs mГnima menciГіn del secreto mencionado tres aГ±os antes.
En los dГas siguientes a su muerte, Tristano investigГі la vida sagrada de Latino, buscando en la biblioteca del palacio… pero no encontrГі nada, ninguna pista relevante… excepto una sola pГЎgina arrancada de un viejo diario de viaje. El documento se referГa a una importante misiГіn del cardenal Orsini en Barletta en el aГ±o MCDLIX. Los manuscritos del cardenal estaban casi todos escritos y conservados con una perfecciГіn tan manГaca que la falta de una hoja de papel, ademГЎs mal cortada, habrГa sido rГЎpidamente rellenada y arreglada, si no por el mismo Latino, sГ por sus cuidadosos bibliotecarios, y esto por un momento habГa atraГdo las sospechas de Tristano; desgraciadamente no habГa nada mГЎs que pudiera revelar alguna pista o hipГіtesis digna de mayor investigaciГіn. Por lo tanto, decidiГі suspender todas las investigaciones y regresar a la Curia, donde podrГa continuar su labor diplomГЎtica bajo la Г©gida de Giovanni Battista Orsini, quien, mientras tanto, habГa recibido el tan solicitado nombramiento como protonotario apostГіlico.
En sus primeras misiones diplomГЎticas fuera de los confines de los Estados Pontificios, Tristano estaba flanqueado por el Nuncio Papal Fray Roberto da Lecce, pero pronto sus excepcionales habilidades de diligencia, prudencia y discreciГіn convencieron a Giovanni Battista y a sus consejeros para confiarle cuestiones cada vez mГЎs crГticas y delicadas para las que necesariamente debГa gozar de cierta independencia y autonomГa.
El complejГsimo contexto de la Guerra de Ferrara era uno de ellas. No sГіlo los seГ±ores de la penГnsula, por diversos motivos y a diferentes niveles, estaban implicados, sino que tambiГ©n en el Estado de la Iglesia la situaciГіn se complicaba cada dГa mГЎs y exigГa a los ajedrecistas superiores que pudieran jugar al menos dos partidas al mismo tiempo: una externa y otra, quizГЎs mГЎs peligrosa para la Santa Sede, interna; de hecho en Roma se habГan creado dos facciones: los Orsini y los Della Rovere, en apoyo del Papa, contra el principado de Colonna, respaldado por los Savelli.
En resumen, la vida no era nada fГЎcil para nuestro joven diplomГЎtico: el aliado afable y locuaz de la cena anterior podГa muy bien convertirse en el curso de una noche en el amargo y deplorable enemigo de la maГ±ana siguiente, el peГіn que habГa que quitar en el tablero de ajedrez para evitar el estancamiento o para dar aliento al enroque, la pieza que habГa que cambiar para lanzar el ataque final…
Ya despuГ©s del verano de aquel 1482, el cambio en la polГtica pontificia comenzГі a hacerse evidente. La Santa Sede habГa decidido poner fin a la guerra y Tristano habГa sido enviado a la corte de los Gonzaga precisamente para mostrar el cambio de voluntad de Roma hacia Ferrara y Mantua. Al mismo tiempo, disfrutando de la mГЎxima acogida de los anfitriones y teniendo libre acceso a las refinadas habitaciones del palacio, el joven de 22 aГ±os no podГa permanecer insensible a las llamadas de las jГіvenes cortesanas que desfilaban delante de Г©l en aquellas frГas tardes de invierno.
III
Alessandra Lippi
El encuentro con Pietro Di Giovanni y la parada en Prato
Al primer resplandor del sol de Mantua, Tristano, abandonado en los brazos de Morfeo despuГ©s de estar con su jovencГsima amante, habГa regresado recientemente a su habitaciГіn; trataba de disfrutar de un merecido sueГ±o, cuando una voz insistente bajo su ventana lo trajo de vuelta a la realidad:
"Su Excelencia… Su Excelencia… Mi señor…"
Un soldado con un pequeГ±o pergamino en la mano demandaba urgentemente su atenciГіn.
La carta tenГa el claro sello papal y ordenaba a Tristano que regresara a Roma lo antes posible.
AsГ, sin esperar siquiera la fama del campo de batalla, el oficial pontificio tuvo que abandonar la ciudad de Virgilio con su escolta, pero no sin antes entintar rГЎpidamente dos diligentes mensajes: uno para el marquГ©s Federico, disculpГЎndose por la repentina partida y confirmando con seguridad el renovado apoyo del Santo Padre hacia Г©l y el duque de Ferrara; el otro para su Beatriz, agradeciГ©ndole el haber compartido generosamente con Г©l aquella noche y deseГЎndole el encuentro con ese amor necesitado que la promesa nunca pudo darle.
CabalgГі durante todo el dГa, parando sГіlo en Bolonia para refrescar los caballos, antes de cruzar los Apeninos Emilianos hacia Florencia.
Al dГa siguiente, cruzando un compacto y silencioso bosque de hayas, un disparo de ballesta cruzГі ligeramente el camino del joven fideicomisario pontificio, levantando en vuelo una bandada mixta de tordos y palomos. Mientras que instintivamente Tristano y sus hombres frenaban y se preparaban con sus armas en la mano, en la misma trayectoria, un caballo marrГіn exhausto y sangrante, pasГі a su lado como un rayo. Lo montaban un hombre y una joven que le sujetaba las caderas. Poco despuГ©s, cuatro jinetes mГЎs y luego dos mГЎs, en obvia persecuciГіn de los primeros.
Impulsivamente, el osado embajador decidiГі unirse a la caza en el denso bosque de hojas caducas, obligando a los dos de la escolta a hacer lo mismo.
Sin embargo, tan pronto como el bosque se abriГі en un claro ligeramente inclinado, los tres frenaron y, ocultos en el arbusto, trataron de entender lo que estaba pasando, manteniendo su distancia.
El corcel color marrГіn cayГі al suelo; los dos jГіvenes, sin su cabalgadura, trataron en vano de atrincherarse en una pequeГ±a cabaГ±a semiabandonada, ahora alcanzada por sus perseguidores; dos de ellos bajaron de sus caballos con sus espadas desenvainadas, mientras que los otros cuatro rodeaban la casucha.
Mientras su protegida intentaba con todas sus fuerzas abrir la maltrecha puerta, el joven, unus sed leo, se preparaba para enfrentarse a los dos matones con una daga. A pesar de la evidente inferioridad numГ©rica, el hombre logrГі detener la embestida por la derecha y despuГ©s de golpear al primer oponente en el bajo vientre, se volviГі hacia el segundo por la izquierda, esquivando el golpe y apuГ±alГЎndolo en el costado. CogiГі una espada, mirГі rГЎpidamente hacia la mujer, mientras tanto rodeado por el resto de los jinetes, reanudГі la lucha con el primer oponente, logrando con unos pocos golpes desarmarlo y reducirlo, a pesar de su tamaГ±o, con los hombros en el suelo. Pero al mismo tiempo, el grito desesperado de ayuda de su compaГ±era llamГі su atenciГіn; volviГ©ndose hacia la mujer, arrojГі su espada como si fuese una jabalina en el pecho del bruto que se precipitaba contra Г©l, recibiendo a su vez un dardo de ballesta en el hombro por parte del Гєltimo jinete que quedaba en la silla; nada pudo hacerse cuando otros dos se acercaron por detrГЎs de Г©l y le cogieron con una malla metГЎlica similar a las utilizadas en la caza, arrojГЎndole al suelo e inmovilizando inmediatamente sus miembros con un cinturГіn.
"No, Pietro…" gritó la joven desesperada. "¡Déjenlo! Es a mà a quien quieren", estalló en lágrimas.
"Detente", dijo el jefe, "No lo mates todavГa", y, seГ±alando a la pobre chica, continuГі: "Vamos a divertirnos primero".
"ВЎBastardos!" gritГі el prisionero mientras se retorcГa y trataba, en vano, de liberarse de sus ataduras. "ВЎSinvergГјenzas, cobardes, hijos de un perro!"
Uno de los maleantes sujetГі a la aterrorizada chica del cabello, le arrancГі la ropa y la forzГі contra la pared del cobertizo, inmovilizГЎndole los brazos, y mientras otros dos le ataban las piernas con una cuerda, comenzГі a colocarle un trapo en la boca para amortiguar los gritos.
En ese momento, Tristano, incapaz de permanecer impasible ante tan abominable violencia, decidiГі finalmente intervenir: saliГі al descubierto con sus hombres e, irrumpiendo en escena, atacГі heroicamente a aquella atroz manada de hienas lujuriosas. Los maleantes, aunque pocos, seguГan siendo superiores en nГєmero y no se amedrentaron: la tensiГіn aumentГі de nuevo. Pero mientras uno de los bravucones se subГa de nuevo los pantalones, Tristano reconociГі el lirio de los Medici en el friso de la capucha, e incluso antes de que el ballestero comenzara a tensar su arco contra uno de los suyos, levantando el puГ±o al cielo, los convocГі:
"Detente, te lo ordeno, en nombre del seГ±or Lorenzo de MГ©dicis" y regiamente estirГі su brazo hacia adelante y luego a la derecha y de nuevo a la izquierda, contra cada uno de los cuatro esbirros. "Tengo veinticinco hombres en mi comitiva listos para arrestaros y entregaros a las galeras de mi amigo Lorenzo", aГ±adiГі.
El mГЎs grande, entonces, reconociendo en el anillo la efigie de su seГ±or, y temiendo por lo tanto graves repercusiones contra Г©l, ordenГі inmediatamente a sus hombres que arrojaran sus armas; tambiГ©n tratГі de esbozar excusas por lo que habГa sucedido, pero Tristano lo silenciГі inmanentemente:
"LГЎrgate, delincuente".
Los cuatro, temerosos, montaron sus caballos y desaparecieron en el bosque de hayas.
Los soldados papales, aГєn incrГ©dulos por la manera en que el joven oficial habГa resuelto el asunto, liberaron rГЎpidamente a los dos jГіvenes y, vendando sus heridas lo mejor que pudieron, los subieron en un caballo.
AsГ, reanudaron su viaje cuando el sol comenzГі a ponerse a su derecha.
Por la noche llegaron a Prato, donde Tristano conocГa a alguien que tal vez podrГa ocuparse de los dos desgraciados, lo cual le permitirГa continuar su viaje hacia Roma lo antes posible.
Cerca de la Piazza del Duomo, dos chicas acababan de regalar una barra de pan a un mendigo con frГo y se preparaban para volver a casa. Tristano saltГі repentinamente de su caballo, seГ±alГі a las dos jГіvenes y exclamГі:
"ВЎAlessandra!"
La mГЎs delgada de las dos se dio la vuelta, mirГі un momento a quien se habГa atrevido a pronunciar su nombre a esa hora tardГa y, recibiendo de la vista la confirmaciГіn de lo que ese sonido acababa de despertar en su baГєl de recuerdos, respondiГі:
"Tristano"
En un instante la chica corriГі para encontrarse con Г©l y libre de cualquier convenciГіn o inhibiciГіn, ya que entre ella y el chico habГan compartido algo mГЎs, echГі los brazos alrededor de su cuello, cerrГі suavemente los ojos y apretГі la cabeza con fuerza sobre el pecho del forastero.
Alessandra era la agraciada hija de Lucrezia Buti y del difunto pintor florentino Filippo Lippi. Su madre, Sor Lucrezia, habГa sido monja en el monasterio de Santa Caterina, obligada por la familia a una monacalizaciГіn forzada. Su padre, capellГЎn del convento del mismo monasterio de Prato, ya era reconocido en vida como uno de los mejores pintores de su tiempo y por ello muy a menudo recibГa encargos por parte de las jerarquГas eclesiГЎsticas y las familias adineradas para pintar obras muy importantes, sobre todo de temas bГblicos y hagiogrГЎficos. Fue durante uno de estos trabajos que los dos se conocieron. La atracciГіn fue inevitable e irrefrenable… ella era muy hermosa y sensual, Г©l sumamente carismГЎtico y sensible: los dos religiosos se enamoraron locamente. La relaciГіn pecaminosa entre los muros sagrados del convento durГі algГєn tiempo, durante el cual Sor Lucrezia se prestГі voluntariamente a modelar algunos cuadros de Fray Felipe, hasta que Г©ste, con ocasiГіn de la procesiГіn del Sagrado CorsГ©, decidiГі secuestrar a su amada y con ella comenzar una nueva vida como concubina, sin tener en cuenta la sensaciГіn, el escГЎndalo y la desaprobaciГіn general. Obviamente la Iglesia se opuso fuertemente al vГnculo entre los dos, calificГЎndolo de lujurioso e incluso diabГіlico; sГіlo aГ±os mГЎs tarde, gracias a la intercesiГіn de Cosme de' Medici, protector de Lippi, con el Santo Padre, los dos fueron finalmente rehabilitados y obtuvieron la disoluciГіn de sus votos. AsГ que unos aГ±os mГЎs tarde naciГі la hermosa Alessandra.
Tristano habГa conocido y frecuentado a la chica de manera casual durante sus estancias de adolescente en Florencia en la casa de los MГ©dicis y habГa quedado inmediatamente impresionado y atraГdo de alguna manera, incluso mГЎs que por sus rasgos suaves, por su apertura de mente, extroversiГіn e independencia intelectual, caracterГsticas que ciertamente habГa heredado de ambos padres, mediante las cuales encarnaba intrГnsecamente el modus cogitandi et operandi.
Ahora la veГa a una distancia de casi un lustro, aГєn mГЎs hermosa, aГєn mГЎs femenina.
Los dos entraron en la casa, mientras el resto de la compaГ±Гa esperaba fuera.
Tristano estuvo ahГ justo el tiempo suficiente para contarle a la casera lo que habГa ocurrido unas horas antes y despuГ©s los dos amigos salieron de nuevo al exterior, invitando a los transeГєntes a entrar en la casa. Alessandra, a pesar de lo tarde que era, mandГі llamar a un mГ©dico, arreglГі las habitaciones de los huГ©spedes y le asegurГі generosamente a Tristano que ella y su madre se encargarГan de la completa recuperaciГіn de los dos heridos.
AsГ, mientras una copa de vino acompaГ±aba las amenas historias del huГ©sped y acentuaba el enrojecimiento de las mejillas de la graciosa anfitriona, Ipno y su Oneiroi descendieron lentamente sobre la ciudad de Prato.
Al dГa siguiente, inmediatamente despuГ©s de los elogios de la maГ±ana, el joven funcionario, agradeciendo debidamente la hospitalidad recibida, reanudГі con su escolta el viaje a Roma, donde le esperaba su protector… y con Г©ste otra emocionante misiГіn a cumplir.
Por lo tanto, era necesario compensar unas pocas horas de viaje, posiblemente evitando otros eventos inesperados.
A no mГЎs de cien pies de la ciudad, en el polvoriento camino a Florencia, los tres caballeros papales acababan de empezar a acelerar su ritmo cuando se les uniГі un hombre a caballo con un llamativo vendaje entre el brazo y el hombro.
"Señores… señores, por favor. Deténganse…"
El jinete sin aliento era el tipo salvado por Tristano y justo antes confiado, junto con su mujer, al cuidado de la casa Lippi. El oficial papal tuvo que detenerse nuevamente.
"Le ruego, mi seГ±or, escГєcheme", continuГі suplicando, "lo que ha hecho y probado es mГЎs noble que cada blasГіn que adorna su pecho y cada corona que adorna el escudo de su casa".
Luego, bajГЎndose de su caballo, se postrГі ante el diplomГЎtico:
"PermГtame mostrarle mi eterna gratitud y ofrecerle mis servicios tan sГіlo como un pago parcial de la deuda impagable que contraje con usted cuando Su Excelencia nos salvГі a mГ y a mi mujer de la ferocidad asesina de esas bestias. Durante toda la noche no pude evitar pensar en lo que habГa pasado, y he tomado mi decisiГіn: si lo acepta, le ofrezco, sin pedir nada a cambio, mi humilde espada, y le juro lealtad mientras me permita servirle".
Tristano, para el alto cargo que ostentaba, no le faltaba ciertamente protecciГіn y francamente hasta entonces siempre se las habГa arreglado por su cuenta… pero vio en los ojos de ese hombre que imploraba una luz particular y un sentido de gratitud sincero, leal, desinteresado y poco comГєn. Tanto que, sin que aquel humilde individuo aГ±adiera nada mГЎs, preguntГі:
"ВїCГіmo te llamas, gamГn?"
"Pietro Di Giovanni, mi seГ±or", respondiГі el hombre levantando la cabeza.
"LevГЎntate, Pietro. No tengo escudos de armas, ni casas para lucir, pero aprecio tu gratitud y acepto tus servicios. Pero ahora, si te importa tanto, antes de que lo pienses, monta tu caballo y partamos sin mГЎs demora".
Y asГ el equipo reanudГі la carrera hacia la Ciudad Eterna.
IV
El anillo del Magnifico
Giuliano de’ Medici y Simonetta Vespucci
Pietro, un hombre maduro, de aspecto tosco pero no demasiado rudo, era muy hГЎbil con la espada (gracias a la herencia de su padre, quien habГa asistido a la escuela boloГ±esa de Lippo Bartolomeo Dardi); estaba dotado de una excelente tГ©cnica y, aunque ya no era muy joven, tenГa una preparaciГіn fГsica justa; no le gustaba llamarse a sГ mismo mercenario, pero, como muchos otros, hasta entonces se habГa ganado la vida ofreciendo sus servicios a uno u otro seГ±or, participando en las muchas batallas y luchas que animaban a toda la penГnsula en aquellos aГ±os.
Durante el viaje, en un momento de marcha mГЎs moderado, el espadachГn flanqueГі a Tristano y, teniendo cuidado de no llevar el hocico de su caballo por delante del de su nuevo seГ±or, se atreviГі a preguntar:
"ВїPuedo hacerle, Su Excelencia, una pregunta?"
"Ciertamente Pietro, habla", respondiГі el distinguido funcionario, girando la cabeza unos grados hacia su atrevido ayudante".
"ВїCГіmo consiguiГі ese anillo, seГ±or? ВїEs realmente el anillo del MagnГfico?".
Tristano guardГі silencio unos momentos, esbozando una media sonrisa, pero luego, resolviendo que podГa confiar en ese hombre, al que conocГa desde hacГa solo unos dГas pero que ya comenzaba a apreciar, dejГі atrГЎs la reserva y comenzГі su historia:
"Han pasado ya siete aГ±os desde que el Cardenal Orsini me llevГі con Г©l a Florencia por primera vez, siguiendo a una delegaciГіn mГ©dica creada especialmente para llevar asistencia a Su Excelencia ReverendГsima, Rinaldo Orsini, Arzobispo de Florencia, que habГa estado enfermo sin ningГєn signo de remisiГіn durante mГЎs de dos semanas. Llegados a la ciudad, mientras el mГ©dico y sus aprendices -entre los que se encontraba tambiГ©n mi amigo Jacobo- fueron enviados inmediatamente a la diГіcesis a la cabecera del prelado sufriente, el cardenal me llevГі con Г©l a la casa de la Virgen Clarisa, sobrina y esposa de Lorenzo de MГ©dicis, el MagnГfico MessГЁre.
TodavГa recuerdo la dulce y maternal mirada con la que la mujer Clarice me acogiГі y me ofreciГі su mano. Me presentГі a su familia y amigos e inmediatamente puso todas las comodidades del palacio a mi disposiciГіn. Todas las noches sus banquetes eran atendidos por hombres de letras, humanistas, artistas, cortesanos y… especialmente mujeres hermosas.
La mГЎs bella de todas, la que aГєn hoy nadie puede igualar y destituir de mi trono de ideal, era Simonetta Cattaneo Vespucci.
La noche en que la vi por primera vez, llevaba un vestido de dГa brocado y forrado en terciopelo rojo, que dejaba a la vista un generoso escote, preciosamente bordeado por una gamurra negra, que se adherГa perfectamente al pecho turgente y guardaba hasta sus pies las suaves formas del cuerpo admirado y deseado. La mayor parte de su cabello rubio y ondulado caГa sobre los hombros, suelto, mientras que sГіlo unos pocos estaban hГЎbilmente reunidos en una larga trenza enriquecida con cuerdas y perlas muy pequeГ±as. Unos cuantos mechones rebeldes enmarcaban aquel rostro armonioso, fresco, radiante y etГ©reo. TenГa ojos grandes y melancГіlicos, muy sensuales, por lo menos tan sensuales como aquella media sonrisa que esbozaban sus labios aterciopelados y entreabiertos, realzada por un pequeГ±o hoyuelo en la barbilla, roja, del mismo color del dГa.
Si no hubiera recibido mГЎs tarde la terrible noticia de su muerte, todavГa creerГa que era una diosa encarnada en un perfecto envoltorio femenino.
SГіlo tenГa un defecto: ya tenГa un marido… realmente celoso. Con sГіlo 16 aГ±os se habГa casado en su GГ©nova con el banquero Marco Vespucci, en presencia del Dux y de toda la aristocracia de la repГєblica marГtima.
Era muy querida (y al mismo tiempo envidiada) en la sociedad; en aquellos aГ±os se habГa convertido en la musa favorita de muchos hombres de letras y artistas, entre ellos el pintor Sandro Botticelli, un viejo amigo de la familia Medici, que estaba platГіnicamente enamorado de ella y que en ese entonces pintaba sus retratos por todas partes: incluso el estandarte que habГa realizado para el carrusel de aquel aГ±o y que ganГі Г©picamente Giuliano de' Medici, retrataba su rostro etГ©reo.
Al dГa siguiente fueron invitados a un banquete en la villa de Careggi que el MagnГfico habГa organizado en honor de la familia Borromeo con la intenciГіn implГcita de presentar a una de sus hijas a su hermano Giuliano, quien, sin embargo, como y quizГЎs mГЎs que muchos otros, habГa perdido claramente la cabeza por Cattaneo. DespuГ©s de las primeras galanterГas, de hecho, Giuliano dejГі la habitaciГіn e invitГі a los invitados al jardГn, donde la mujer de Vespucci, aprovechando la ausencia de su marido, le habГa estado esperando desde esa maГ±ana en un viaje de negocios.
Entre un curso y otro, Lorenzo deleitaba a sus invitados declamando agradables sonetos compuestos por Г©l mismo. Por otro lado, si era necesario, algunos de los ilustres invitados respondГan en rima, animando agradablemente el simposio. AdemГЎs de los nobles amigos y familiares, en aquella mesa estaban sentados estimados acadГ©micos neoplatГіnicos como Marsilio Ficino, Agnolo Ambrogini y Pico della Mirandola, asГ como varios miembros del Consejo Florentino.
A pesar de ser el jefe establecido de la familia mГЎs rica y poderosa de Florencia y de convertirse cada vez mГЎs en el ГЎrbitro indiscutible del equilibrio polГtico de la penГnsula, Lorenzo tenГa sГіlo veintisГ©is aГ±os y poseГa el indudable mГ©rito de haber sido capaz de construir a su alrededor una corte joven, brillante, pero al mismo tiempo prudente y capaz. En unos dГas de conocimiento se convirtiГі en un modelo a seguir, un concentrado de valores a los cuales aspirar. Pero lo que objetivamente los diferenciaba y que nunca podrГa haber igualado, aparte de los once aГ±os de edad, era el hecho de que Г©l pudiera contar con una familia sГіlida y unida: su madre, la mujer Lucrezia, lo era, mГЎs aГєn desde la muerte de su pariente Piero, su omnipresente cГіmplice y consejero; Bianca, su dulce y querida hermana, era una gran admiradora de su hermano mayor, no perdГa nunca la ocasiГіn de alabarlo y cada vez que pronunciaba su nombre en pГєblico sus ojos brillaban; Giuliano, un hermano menor sin escrГєpulos, a pesar de sus diferencias veniales y su impertinencia, tambiГ©n habГa estado siempre a su lado, aunque involucrado en todos sus Г©xitos y fracasos polГticos; Clarice, a pesar de haberse enterado de algunas traiciones matrimoniales, nunca habГa dejado de amar a su marido y siempre lo habrГa apoyado contra todos, incluso contra su propia familia si hubiera sido necesario. Era agradable ver aquella corte familiar alrededor de la cual la ciudad, con elegante subordinaciГіn y reverencia, acudГa a cada fiesta, cada celebraciГіn, cada banquete. Y aquella era una ocasiГіn ejemplar, a la que, como otras, habГa tenido el privilegio de asistir.
Sin embargo, antes de que el confitero hiciera su entrada triunfal en la habitaciГіn, escuchГ© un perro ladrando repetidamente fuera de la villa e instintivamente decidГ salir y ver quГ© es lo que alteraba al animal para que este tratase de atraer la atenciГіn de sus dueГ±os. Al entrar en el jardГn, descubrГ a Giuliano y a Simonetta revolcГЎndose en el suelo sin control de sus miembros: Vespucci, jadeando y con los ojos y la boca bien abiertos, temblaba como una hoja; su amante, en cambio, intentaba arrancarle la ropa, alternando espasmos y jadeos… Sin demora volvГ a casa y, aprovechando un descanso, con la mayor discreciГіn pedГ a Lorenzo que me siguiera.
Precipitados en el lugar, vimos los dos cuerpos yaciendo en el suelo. Lorenzo me ordenГі que llamara inmediatamente al mГ©dico; aunque intentГі sacudir la cabeza y el pecho de su hermano menor, este no reaccionГі en absoluto, ni a los golpes ni a su voz. DespuГ©s de un tiempo, empezaron las convulsiones.
La situaciГіn era crГtica y muy delicada. DespuГ©s de unos momentos, en la cara del MagnГfico, la excitaciГіn y el desconcierto se convirtieron en pГЎnico y en una sensaciГіn de impotencia. Aunque habГa querido pedir ayuda a cualquiera de los presentes en su casa que pudiera ofrecГ©rsela, sabГa que el hecho de que el pГєblico encontrara a los dos jГіvenes en tales condiciones, ademГЎs de provocar un enorme escГЎndalo, habrГa supuesto para Г©l y su familia la pГ©rdida del importante apoyo polГtico de Marco Vespucci, en ese momento el equilibrio de un Consejo ya socavado por los Pazzi (el noble Jacopo de' Pazzi, sin duda alguna, habrГa aprovechado la situaciГіn para reclamar el control de la ciudad).
Ni siquiera la repentina llegada del mГ©dico y el boticario tranquilizaron a Lorenzo, que siguiГі preguntГЎndome sobre lo que habГa visto antes de su llegada. En efecto, los galenos, aunque formularon inmediatamente la hipГіtesis de un envenenamiento, no pudieron identificar la sustancia responsable y, por consiguiente, indicar un posible remedio. Mientras tanto, llegГі tambiГ©n Agnolo Ambrogini, el Гєnico, ademГЎs de su madre, en el que Lorenzo confiaba ciegamente; se le encomendГі la tarea de inventar una excusa adecuada para los invitados, que con razГіn empezaron a notar y acusar la ausencia del propietario. Con la ayuda de Agnolo los cuerpos fueron rГЎpida y secretamente trasladados a un refugio cercano.
Me di cuenta entonces de que donde el cuerpo de Simonetta estaba ahora mismo tendido habГa una pequeГ±a cesta de manzanas y bayas, todas aparentemente comestibles e inofensivas. TomГ© una baya de arГЎndano entre dos dedos y la apretГ©. En un instante recordГ© que Jacopo unos meses antes en Roma me habГa mostrado una planta muy venenosa, llamada "atropa" y tambiГ©n conocida como "cereza de SatanГЎs", cuyos frutos se confundГan fГЎcilmente con las bayas del arГЎndano comГєn, pero a diferencia de estas Гєltimas eran, aГєn en pequeГ±as cantidades, letales. El macerado de las hojas de atropa era utilizado a menudo por las mujeres jГіvenes para pulir sus ojos y dilatar sus pupilas con el fin de parecer mГЎs seductoras. Mi hipГіtesis fue aceptada como posible por el doctor y confirmada por el hecho de que ambos moribundos mostraban manchas azules en sus labios. Sin embargo, el mГ©dico afirmГі que en tal caso no habrГa cura conocida, lanzando al propietario a la mГЎs desesperada resignaciГіn.
La dinГЎmica se aclarГі dГas despuГ©s: alguien, a sueldo de Francesco de' Pazzi, habГa sustituido furtivamente los arГЎndanos por la atropa en aquella cesta de frutas que Donna Vespucci habГa compartido entonces con su amante. Giuliano se habГa envenenado a sГ mismo rasgando, en un juego erГіtico, las bayas venenosas directamente de la boca de la bella Simonetta. Y asГ, despuГ©s de unos minutos, la poderosa droga producirГa sus efectos.
AГєn sorprendido por la rapidez del efecto, me atrevГ entonces a entrometerme por segunda vez y propuse a messГЁr Lorenzo hacer un intento extremo, consultando a la delegaciГіn papal hospedada en la diГіcesis. El MagnГfico, haciГ©ndome prometer guardar el mГЎximo secreto, aceptГі y con gran prisa me escoltaron hasta donde estaba Jacopo, con quien regresГ© poco despuГ©s. Mi amigo benedictino analizГі los frutos de la solanГЎcea y le dio a los moribundos un antГdoto de las tierras desconocidas de ГЃfrica. DespuГ©s de una hora mГЎs o menos, los sГntomas disminuyeron, la temperatura corporal comenzГі a bajar y despuГ©s de ocho dГas los dos jГіvenes se recuperaron completamente.
Junto con la parca, todos los sospechosos fueron retirados, dentro y fuera de los muros. De hecho, cuando Marco Vespucci regresó a la ciudad con sus banqueros, no notó nada: era aún más rico, Simonetta era aún más hermosa, Giuliano estaba aún más enamorado… pero, sobre todo, Florencia era aún más Medici.
Incluso el arzobispo, poco a poco, parecГa recuperarse; asГ que comenzamos a prepararnos para regresar a Roma. Pero primero, el MagnГfico, como muestra de su afecto y estima, asГ como de su gratitud, quiso rendir homenaje a travГ©s de lo que todos consideraban uno de los mayores reconocimientos de la repГєblica: el anillo de oro de seis bolas, paso universal dentro de los territorios de la ciudad… y no sГіlo.
Desde entonces lo he llevado siempre conmigo, como un precioso testimonio de la amistad de Lorenzo y como un eterno recuerdo de aquellos dos desdichados amantes que, como ParГs y Helena, se arriesgaron varias veces para convertir Florencia en Ilio.
A lo largo de la narraciГіn, Pietro, fascinado y embelesado por la extraordinaria naturaleza de los hechos, la capacidad de oratoria del narrador y la abundancia de detalles, no osГі proferir palabra alguna.
EsperГі unos segundos despuГ©s del final feliz para asegurarse de no profanar aquella increГble historia y, dando un apretГіn a su vendaje, dijo finalmente con orgullo:
"Gracias, Signore. Servirle no sГіlo serГЎ un honor para mГ, sino un placer".
DespuГ©s de dos dГas de viaje, el Camino de Casia revelГі la magnificencia de Roma y aunque los hombres y los animales estaban muy cansados, ante esa sola vista las almas recuperaron el vigor y los cuerpos su fuerza. Tristano preparГі su caballo y acelerГі la marcha.
V
La condesa de Forlì
Girolamo Riario y Caterina Sforza
EsperГЎndole en las habitaciones del protonotario no estaba Giovanni Battista sino un clГ©rigo regordete que le invitГі a unirse al ocupado MonseГ±or directamente en la BasГlica de San Pedro, donde habГa sido urgentemente convocado por el PontГfice. AllГ los encontrГі a los dos, en medio de un serio encuentro, frente al monumento funerario de Roberto Malatesta, el hГ©roe de la batalla de Campomorto.
Al lado de Sixto IV estaba su sobrino, el siniestro CapitГЎn General Girolamo Riario, a quien Tristano ya conocГa por haber sido uno de los principales participantes en la fallida conspiraciГіn de Florencia cuatro aГ±os antes, durante la cual se volviГі contra sus amigos Lorenzo y Giuliano de' Medici, lo cual le costГі la vida a este Гєltimo.
No habГa sido pagado por haber recibido de su tГo los seГ±orГos de Imola y ForlГ¬, despuГ©s de no haber tomado posesiГіn de Florencia y no haber conquistado Urbino, el insaciable Riario corrГa ahora el peligro de ver disminuir definitivamente sus ambiciones para Ferrara.
La RepГєblica de Venecia, como ya se habГa dicho, seguГa haciendo oГdos sordos a las advertencias y excomuniones del Papa; de hecho, despuГ©s de retirar sus embajadores de Roma, amenazГі cada dГa la frontera milanesa y los territorios de la Iglesia en RomaГ±a. Y eso era lo que ahora preocupaba al viejo Sixtus IV mГЎs que cualquier otra cosa.
Antes de que fuera irremediablemente demasiado tarde, se decidiГі entonces jugar la carta aragonesa: se decidiГі enviar a Tristano a NГЎpoles con el rey Fernando para intentar convencerle, despuГ©s de Campomorto, de que firmara un nuevo acuerdo de coaliciГіn (en el que participarГan tambiГ©n Florencia y MilГЎn) contra la SerenГsima. En realidad, Giovanni Battista no estaba muy entusiasmado con esta soluciГіn y, por el contrario, habГa propuesto que podГa tratar directamente con el Dux, pero dada la firme determinaciГіn del Santo Padre, finalmente tuvo que poner buena cara, aceptando la tarea.
El mГЎs satisfecho con la soluciГіn deliberada era obviamente Girolamo, que veГa en aquel movimiento el Гєltimo rayo de esperanza para poder sentarse como protagonista en la mesa de los ganadores y finalmente poner sus manos en la ciudad estense.
"MonseГ±or Orsini" invocГі este Гєltimo antes de que el Santo Padre despidiera a los presentes. "Por favor, tenga la cortesГa, Su Magnitud y nuestro honorable embajador, de aceptar la invitaciГіn a un sobrio banquete que mi seГ±ora y yo celebraremos maГ±ana por la tarde en mi humilde palacio de Sant'Apollinare para inaugurar el perГodo de la Santa Natividad".
Giovanni Battista, deferente, aceptГі agradecido.
Tristano, que no se habГa pronunciado deliberadamente ante el capitГЎn, al final de la reuniГіn, en un asiento separado, tambiГ©n fue persuadido por su protector de aceptar la invitaciГіn sin mГЎs reticencias. Bajando la escalera de la basГlica de Constantino, Orsini le dijo:
"MaГ±ana por la maГ±ana a la tercera hora te esperarГ© en mi oficina para los detalles de Mantua, pero primero envГa una rГЎpida confirmaciГіn a Riario. ВЎPuedes rechazar la invitaciГіn del sobrino del Papa, pero no la de su hijo!"
Poco despuГ©s se subiГі a su carruaje y desapareciГі en medio de las atestadas calles de la ciudad.
El joven diplomГЎtico estaba agotado y aquella Гєltima indiscreciГіn, ademГЎs haberla sentido algo forzada, le habГa hecho perder la palabra; entrГі en la primera posada que vio abierta y, despuГ©s de comer algo, enviГі a Pietro y a los dos caballos a un refugio temporal; mientras se ponГa el sol, se fue caminando a casa.
Sin embargo, cuando llegГі a su casa, las emociones de aquel dГa parecГan no haber terminado aГєn…
Desde la calle captГі por un momento una tenue luz de vela que iluminaba el piso superior de la residencia.
Desenvainó su espada y con cautela subió al nivel superior y de nuevo vio aquel brillo que iluminaba el dormitorio… Luego otro brillo más intenso y una tercera vela…
"ВїQuiГ©n estГЎ ahГ?" PreguntГі, al tiempo que sacaba una daga de un escudo en la pared." "ВЎSalga!" Y de una patada, abriГі la puerta ya entreabierta de la habitaciГіn.
Una risa impertinente rompiГі la tensiГіn y ante sus ojos aparecieron las suaves curvas de un cuerpo femenino que conocГa bien. Era su VerГіnica.
"Dime, oh mi hГ©roe. Mis oГdos estГЎn impacientes por oГr tu voz", susurrГі la inconfundible voz de su amante.
"No tanto como mis manos por sacudir tus caderas, querida, respondiГі Tristano colocando su espada en un asiento, luego se acercГі a la joven prostituta y, dejando caer su capa color azul marino en el suelo, acudiГі a su encuentro.
La chica sonriГі mientras acercaba su dedo Гndice a su boca. NegГі con la cabeza y se soltГі su cabello rizado. Se quitГі la camisa y lo empujГі hacia la cama, aГ±adiГі:
"TendrГЎs que ganarte tu historia de hГ©roe".
Y entre la risa y los habituales juegos erГіticos a los que estaban acostumbrados, el cansancio desapareciГі de repente.
Al dГa siguiente, habiendo recuperado sus fuerzas y el elegantГsimo abrigo de lana negra que le habГa encargado al buen Ludovico antes de partir hacia Mantua, el joven diplomГЎtico acudiГі, ob torto collo, al banquete de Riario.
El flamante palacio, que habГa sido edificado sobre las ruinas de un antiguo templo dedicado a Apolo, era hermoso. HabГa sido diseГ±ado por el maestro de ForlГ¬ Melozzo di Giuliano degli Ambrosi para satisfacer los aires de grandeza de Girolamo y el refinado gusto de su joven y bella dama: Caterina Sforza, hija natural del difunto Duque de MilГЎn, Galeazzo, y de su amante, Lucrezia Landriani.
La amable e indiferente anfitriona acogiГі con su esposo, veinte aГ±os mayor, a los preciosos huГ©spedes en el maravilloso patio, a pesar del aire particularmente frГo de aquella noche. Llevaba una gamurra larga y ajustada con un sensual borde de encaje negro que contrastaba con el color claro de su piel. El vestido se sujetaba con cuerdas en la espalda y se completaba con mangas separadas bordadas con hilos de oro, hechas de telas abigarradas y artГsticamente cortadas y unidas por cordones, desde cuyos cortes se hinchaba la camisa blanca. Su cabello estaba recogido en un velo muy sensual engullido por perlas y trГ©molos dorados.
Tan pronto como le tocГі a Г©l, el Riario le presentГі el invitado a su esposa:
"Su Excelencia Tristano de' Ginni, en quien Su Santidad deposita su total confianza y bendiciГіn", dijo, como para enfatizar que Г©l era el hombre del que dependГa el Г©xito de la prГіxima empresa y luego la fortuna de la familia.
"Una fama extraordinaria le precede, seГ±or", enfatizГі Caterina, dirigiГ©ndose al apuesto aludido.
"Extraordinaria es la elaboraciГіn de su magnГfico colgante grabado en buril con la tГ©cnica superlativa de los maestros franceses de la fundiciГіn a la cera perdida, seГ±ora", replicГі el joven diplomГЎtico con prontitud, mirando fijamente su largo cuello y mirando a sus ojos, profundos y orgullosos de pertenecer a un linaje de gloriosos guerreros pero al mismo tiempo melancГіlicos, revelando un alma insatisfecha, fieles indicadores de la tГpica infelicidad de la riqueza ostentosa.
Tristano fue acaparado por ellos, no saliГі ni un momento durante la noche y aprovechando la ausencia temporal de su marido, entretenido fuera de la sala por cardenales y polГticos, se atreviГі a invitar a la dama a una bassadanza.
Ella, desde el perГodo milanГ©s, estaba acostumbrada a practicar diversas actividades, tambiГ©n consideradas inconvenientes para su sexo y para su rango: era una hГЎbil cazadora, tenГa una verdadera pasiГіn por las armas y una marcada propensiГіn al mando heredada de su madre, le encantaba probar su mano en los experimentos de botГЎnica y alquimia. Era una temeraria y amaba a los temerarios.
Aunque tenГa los ojos de todos en ella, no pudo negarse.
"Me encanta la escultura griega de Policleto y Fidias. ВїY a usted, mi seГ±ora? "Tristano le preguntГі mientras los movimientos de baile permitГan que su boca se acercara a su oreja.
"SГ, es sublime. A mГ tambiГ©n me encanta", respondiГі Caterina sonriendo.
"ВїHa presenciado la colecciГіn de arte del Palacio Orsini? Hay cuerpos de mГЎrmol hercГєleos que no tienen precio", aГ±adiГі el atrevido caballero.
"Oh", la noble dama fingiГі estar asombrada y disgustada, "me imagino… Usted tambiГ©n, seГ±or, deberГa ver las pinturas de mi Melozzo, que guardo celosamente en mi palacio", respondiГі voluptuosamente antes de que el final de la pieza musical los separara.
Durante el resto de la noche la refinada dama de la casa ignorГі las atenciones del joven seductor que, por el contrario, no podГa ver y oler nada mГЎs que el brillo y el olor de aquella piel que apenas habГa tocado.
La cena terminГі y uno tras otro los comensales abandonaron el exitoso banquete.
Tristano ya estaba en el patio cuando una le fue entregada una nota en un papel doblado…
"Las obras de mi Melozzo estГЎn en la logia del piso principal".
Y asГ como no podГa rechazar la invitaciГіn del hijo del Papa, tampoco podГa rechazar la de su estimada nuera. VolviГі a entrar y siguiГі a la sirvienta al piso de arriba, donde esperГі con impaciencia el momento en que Caterina pudiera finalmente soltarse su larga cabellera rubia, bajo la cual descubrirГa la intensidad de sus labios, de color escarlata, asГ como las heridas de los innumerables sufrimientos que habГa sufrido.
Caterina tenГa una psiquis compleja… y la complejidad de la psiquis de una mujer es algo que un buen seductor puede observar mejor en dos situaciones muy particulares: en el juego y entre las sГЎbanas.
Hasta el amanecer del nuevo dГa no se perdonГі a sГ misma, ni siquiera cuando entre lГЎgrimas le confiГі a Tristano la violencia que habГa sufrido desde niГ±a.
"A veces los secretos sГіlo pueden ser confiados a un extraГ±o", dijo. Inmediatamente despuГ©s comenzГі su conmovedora historia:
"Yo no era la prometida de Girolamo Riario, pero todo estaba arreglado para que mi prima Costanza, que entonces tenГa once aГ±os, se uniera ante Dios y los hombres con ese animal rabioso. Sin embargo, en la vГspera de la boda, mi tГa, Gabriella Gonzaga, exigiГі que la consumaciГіn de la uniГіn legГtima tuviera lugar sГіlo despuГ©s de tres aГ±os, cuando la pequeГ±a Costanza hubiese alcanzado la edad legal. Ante esta condiciГіn, Girolamo, furioso, anulГі el matrimonio y amenazГі con terribles repercusiones para toda la familia por la grave vergГјenza sufrida. AsГ fue que, como se hace con un anillo astillado, mis parientes me sustituyeron por la prima rechazado, consintiendo todas las demandas del despГіtico novio. SГіlo tenГa diez aГ±os".
Tristano, aturdido, sintiГі que sГіlo podГa abrazarla fuertemente y secar las lГЎgrimas que caГan por su rostro.
VI
El Asedio de Otranto
Ahmet PasciГ y la liga contra los turcos
DespuГ©s de unos dГas, habiendo ultimado los Гєltimos detalles, segГєn lo establecido, el incansable funcionario pontificio partiГі hacia NГЎpoles.
AcompaГ±ГЎndole en su misiГіn secreta estaba el valiente Pietro, ya totalmente recuperado e impaciente por conocer la ciudad napolitana de la que su padre tanto le habГa hablado desde temprana edad.
Para Tristano, en cambio, no era en absoluto la primera vez y, tras la habitual insistencia impertinente de su escudero, empezГі a narrar lo que habГa sucedido casi tres aГ±os antes:
"Estaba tan emocionado y lleno de curiosidad como tГє ahora. ImagГnate, conocГa NГЎpoles sГіlo en un viejo mapa benedictino ilustrado por mi difunto abuelo para mostrarme el lugar donde mi madre habГa servido en la corte a una edad temprana. DespuГ©s conocГ al Hermano Roberto, mi maestro y guГa, en aquel entonces conocido como Hermano Roberto Caracciolo de Lecce, en la maravillosa capilla real de NГЎpoles y juntos nos apresuramos a advertir al Rey Fernando de AragГіn del inminente peligro turco en la costa este.
Una sentida carta del Gran Maestre de los Caballeros Hospitalarios habГa informado poco antes al Papa de los intentos de la RepГєblica de Venecia de empujar a los otomanos a llevar a cabo una expediciГіn contra la penГnsula italiana y especГficamente contra el Reino de NГЎpoles. Esto obviamente despertГі una indecible preocupaciГіn no sГіlo para los aragoneses sino para toda la cristiandad.
Sin embargo, Ferrante (el nombre que sus sГєbditos habГan dado al Rey Fernando), no sГіlo permaneciГі sordo a las advertencias sobre los turcos, sino que pronto, irresponsablemente, ordenГі en su lugar la retirada de 200 soldados de infanterГa de Otranto para emplearlos contra Florencia.
AsГ, el gran visir Gedik Ahmet Pasha, despuГ©s de un intento fallido de arrebatar Rodas a los Caballeros de San Juan, desembarcГі sin ser molestado con su flota en la costa de Brindisi, dirigiendo su atenciГіn a la ciudad de Otranto. Inmediatamente enviГі una delegaciГіn a aquellos muros blancos, garantizando a los otrantinos que respetarГa su vida a cambio de una rendiciГіn inmediata e incondicional. Este Гєltimo, sin embargo, no sГіlo rechazГі las condiciones del mensajero turco, sino que lamentablemente lo matГі, desatando la previsible ira del feroz Ahmet Pasha.
En el verano los turcos irrumpieron en la ciudad como bestias sedientas de sangre y en pocos minutos arrasaron con todo lo que se les oponГa.
La catedral era el refugio extremo para mujeres, niГ±os, ancianos, discapacitados, habitantes aterrorizados, el Гєltimo bastiГіn en el que atrincherarse cuando todas las demГЎs defensas habГan caГdo: los hombres reforzaron las puertas, las mujeres con sus pequeГ±os en brazos, en una lГnea a lo largo del ГЎrbol cosmogГіnico de la vida, pidieron a los religiosos la Гєltima comuniГіn… y como los primeros cristianos elevaron a Dios un triste canto litГєrgico esperando el martirio; la caballerГa irrumpiГі por la puerta, los demonios entraron apresuradamente, estos se abalanzaron sobre la multitud, sin hacer distinciГіn alguna; el Arzobispo ordenГі a los infieles que se detuvieran en vano, pero sin hacer caso Г©l mismo fue ferozmente golpeado y decapitado junto con los suyos; ni mujeres ni niГ±os se libraron de la ciega furia asesina. Mujeres nobles saqueadas y desnudadas, las mГЎs jГіvenes violadas repetidamente en presencia de sus padres y maridos sujetados por el cuello, asesinadas en honor y alma ante sus cuerpos. Desde la catedral, la violencia mГЎs cruel y brutal se extendiГі a toda la ciudad. 800 hombres lograron en primera instancia escapar en una colina pero, tambiГ©n bloqueados por los jinetes del jefe bГЎrbaro, llegaron uno por uno a ras de cimitarra. La poblaciГіn fue exterminada abominablemente: de cinco mil habitantes al final del dГa sГіlo quedaban vivos unas pocas docenas, salvados a cambio de la conversiГіn al CorГЎn y el pago de trescientos ducados de oro.
SГіlo cuando estas noticias atroces llegaron a la corte, Ferrante comprendiГі el enorme pecado de subestimaciГіn cometido y decidiГі confiar la reconquista de esas tierras a su hijo Alfonso.
Paternalmente, el Santo Padre escribiГі a todos los seГ±ores de Italia, pidiГ©ndoles que dejaran de lado sus rivalidades internas para enfrentar juntos la amenaza otomana y a cambio concediГі a los adherentes de la Liga Cristiana constitutiva una indulgencia plenaria. Dada la gravedad y la criticidad de la situaciГіn, la Curia asignГі 100.000 ducados para la construcciГіn de una flota de 25 galeras y el equipamiento de 4000 soldados de infanterГa.
El llamamiento de Sixto IV fue contestado por el Rey de NГЎpoles, el Rey de HungrГa, los Duques de MilГЎn y Ferrara, las RepГєblicas de GГ©nova y Florencia. Como era de esperar, no hubo apoyo de Venecia, que habГa firmado un tratado de paz con los turcos sГіlo el aГ±o anterior y no podГa permitirse que quedasen bloqueadas de nuevo las rutas comerciales con el Oriente.
A pesar de la tardГa pero impresionante movilizaciГіn cristiana, los otomanos no sГіlo lograron mantener la Tierra de Otranto y parte de la Tierra de Bari y Basilicata firmemente en sus manos, sino que tambiГ©n estaban listos para apuntar con el ejГ©rcito al norte a la Capitanata y al oeste a NГЎpoles.
SГіlo gracias a nuestra diplomacia pudimos interceptar un mensaje de Mohammed II en Anatolia; convenientemente modificado y empaquetado, lo hicimos entregar a Ahmet Pasha con uno de nuestros sinones. El capitГЎn turco mordiГі el anzuelo: con dos tercios de su tripulaciГіn abandonГі temporalmente Otranto para embarcarse hacia Vlora; durante la travesГa fue rodeado por los barcos preparados de la Liga Cristiana y finalmente, tras meses de conquistas y victorias, sufriГі una derrota devastadora, tan pesada que se vio obligado a huir con un pequeГ±o barco a Albania.
La noticia de la victoria naval y mГЎs aГєn de la temible huida del jefe bГЎrbaro elevГі la moral de los napolitanos y de sus aliados… El duque Alfonso logrГі reorganizar un discreto ejГ©rcito de mercenarios apoyado por fin tambiГ©n operativamente por los otros seГ±ores catГіlicos, que entonces vieron la posible reconquista de Otranto y de Apulia. EspaГ±a enviГі 20 barcos y HungrГa 500 soldados seleccionados.
Fue uno de los asedios navales mГЎs imponentes que la historia recuerde: el colosal asedio de Otranto".
Mientras tanto, los caballos empezaban a cansarse y necesitaban agua limpia. Tristano mirГі a su alrededor y suspendiГі su Г©pica narraciГіn.
Pietro estaba como siempre hechizado y aturdido, soГ±ador, como los niГ±os a quienes se les cuentan por primera vez los poemas homГ©ricos o virgilianos.
"ВїY luego quГ©? ВїQuГ© ocurriГі? ВїCГіmo terminГі, seГ±or?"
"DespuГ©s de la muerte de Mohammed II, el nuevo sultГЎn prohibiГі a Ahmet Pasha regresar a Italia. A finales del verano del aГ±o pasado, agotados por el hambre, la sed y la peste, los otomanos se rindieron y los aragoneses finalmente recuperaron el control de la ciudad. SegГєn algunos, el notorio lГder turco estГЎ en prisiГіn o incluso ha sido ejecutado por sus verdugos en Edirne. "O quam cito transit gloria mundi" concluyГі Tristano.
"ВїPerdГіn, Excelencia?"
"Nada Pietro, nada. Démonos prisa. "Los generosos y grandes pechos de la sirena Parthenope nos esperan…"
Y despuГ©s de preparar su corcel, acelerГі su ritmo. Galopando atrГЎs iba un Peter aГєn mГЎs confundido.
VII
Don Ferrante y los motivos de NГЎpoles
La emboscada y la fГЎmula
DespuГ©s de dos dГas llegaron a una capital soleada y ajetreada, en medio de un colorido mercado con todo lo que pudiese saltar a la imaginaciГіn mГЎs disparatada: desde fruta a muebles, desde pescado a cuerdas de cГЎГ±amo, desde mГєsica a esculturas, desde dulces a ganado, desde reliquias a prostitutas.
"Quien emprenda un viaje a NГЎpoles debe prepararse para conocer al menos a 3 dioses: pasta, mozza y struffoli", dijo Tristano, bromeando con su compaГ±ero.
"Espero conocerlos a todos pronto, signore", respondiГі Pietro.
Dejaron los caballos en un pequeГ±o y estrecho establo y siguieron a pie a travГ©s de los callejones y pasadizos en los cuales estaba instalada aquella desordenada feria regional.
Pero pronto los dos forasteros se dieron cuenta de que los seguГan. Trataron de mezclarse entre la multitud, entre las tiendas de los puestos, abriГ©ndose paso entre los comerciantes forГЎneos, pero aquellos tГ©tricos sujetos parecГan conocer aquel ambiente mejor que nadie y ciertamente no tenГan problema en mantener sus siniestros propГіsitos. Pietro decidiГі entonces enfrentarse a ellos; le dijo a Tristano que se desviara por un estrecho callejГіn secundario y, en cuanto el hombre saliГі de la esquina, sacГі su espada del costado, tratando de disuadir a sus perseguidores.
A estos se unieron inmediatamente otros dos, que tambiГ©n estaban bien armados.
De manera burlona y amenazante, comenzaron a acercarse, agachГЎndose y arqueГЎndose como lobos sobre su presa. DespuГ©s de algunas vueltas, comenzГі la lucha: el de la mano oscura con plumas detuvo el doble ataque, desde la derecha y desde arriba, de Pietro, y se doblГі en la cintura haciendo que este Гєltimo se echara hacia atrГЎs. El otro, con una coreografГa mГЎs viva, tenГa un vistoso pomo octogonal con un precioso conjunto de lapislГЎzuli; girando, levantГі su espada hacia el cielo, invitando a Tristano a hacer lo mismo; luego cargГі el tajo sobre los cinco del joven pontГfice, quien prontamente sostuvo el golpe, contraatacando con un hierro largo y una patada en el muslo del oponente. Mientras tanto, el tercero, que usaba un brazalete a rayas, sacГі una culata y se apresurГі a dar apoyo al primero, alternando con este contra el espadachГn de Bolonia; dio un buen golpe, que di Giovanni bloqueГі levantando el brazo y girando la espada hacia abajo; luego marcГі un amplio arco en el aire y respondiГі al golpe obligando al oponente a cambiar de guardia.
Mientras el aire se sobrecalentaba con las chispas de las cuchillas y las hendiduras causadas en las otras, se adentraba inconscientemente en los callejones semi-azulados de la ciudad vieja.
Pietro hizo entonces un movimiento con la espalda y dio un pequeГ±o paso hacia adelante con un gesto amenazante; luego, tras otro gesto de vacilaciГіn, se dispuso a atacar: blandiГі rГЎpidamente la espada de abajo hacia arriba y con un magistral juego de la muГ±eca hizo un corte de derecha a izquierda obligando al esbirro a ensanchar el brazo y dejar el cuerpo al descubierto; luego bloqueГі la hoja con el escudo. Inexorablemente, le atravesГі el pecho con el arma.
En el otro frente Tristano estaba en serias dificultades, luchando con un oponente bien entrenado, muy rГЎpido en el avance con la rodilla izquierda, golpeando con la derecha y viceversa, simulando con las rotaciones del cuerpo, cambiando el ritmo y la guardia, buscando cualquier incertidumbre en la ahora tambaleante defensa del diplomГЎtico. Pietro tratГі por un momento de ayudarlo y le habrГa dado algo si no hubiera tenido tambiГ©n su hueso duro para desplumar.
De repente, desde arriba, unas enormes sГЎbanas blancas remendadas y hundidas a los lados cayeron sobre las cabezas de los dos napolitanos; estas fueron aprovechadas temporalmente. Un silbido de un scugnizzo mostrГі providencialmente a Tristano y a su ayudante una vГa de escape y, cuando los buenos pudieron reanudar la persecuciГіn, una pequeГ±a puerta en un sГіtano hipogeo ya se habГa tragado a los dos desconocidos, manteniГ©ndolos a salvo por un tiempo.
Habiendo escapado del peligro, estos Гєltimos pudieron finalmente volver al callejГіn que entre tanto habГa sido ocupado por algГєn pobre desgraciado, pero no pudieron ver ni agradecer a esos mendigos de la calle, a quienes probablemente debГan sus vidas; ВЎhabГan desaparecido increГblemente, al igual que la bolsa de dinero del buen Pietro!
En resumen, despuГ©s de una espontГЎnea y obediente reprimenda, los dos se rieron bastante y llegaron a Castel Nuovo por la tarde.
AllГ fueron inmediatamente recibidos con el mejor homenaje y respeto por el viejo soberano que, aunque enemistado con el Papa, conservaba para Tristano un particular sentido de gratitud y una consideraciГіn que iba mГЎs allГЎ de sus respectivos papeles pГєblicos: probablemente veГa en Г©l a su amigo Latino.
En efecto, el cardenal Orsini, entonces legado apostГіlico, habГa sido quien llevГі el proyecto de investidura otorgado por el Papa PГo II y asistido por el cardenal Trevisan, el arzobispo de Nazaret en Barletta, Giacomo de Aurilia, el arzobispo de Taranto y otros numerosos prelados, el 4 de febrero de A. D. 1459, con una fastuosa ceremonia en la plaza frente al castillo de Barletta, coronГі a Fernando I de NГЎpoles bendiciГ©ndolo con el triple tГtulo de Rey de Sicilia, JerusalГ©n y HungrГa. El episodio y los acontecimientos de los dГas siguientes a la coronaciГіn habГan sido anotados por Latino en aquella pГЎgina de su diario extraГ±amente desgarrada y misteriosamente desaparecida del archivo personal del cardenal.
Don Ferrante y Don Tristano se encerraron en cГіnclave por mГЎs de dos horas.
Antes de su partida, el funcionario papal se habГa ocupado personalmente de eliminar el principal obstГЎculo diplomГЎtico que entorpecГa cualquier relaciГіn de la Santa Sede con la corte napolitana: habГa dispuesto que la secretarГa real se enterara de algunas misivas secretas, obviamente falsas, que el embajador veneciano en NГЎpoles enviaba a su dux. En aquellos comunicados el soberano napolitano era descrito como inepto, vano y libertino. La reacciГіn aragonesa fue inmediata.
Gracias a la posterior repatriaciГіn del hombre de la SerenГsima y a la estima personal del rey, la conversaciГіn fue extremadamente cordial y, al final, aunque don Ferrante no habГa tomado ninguna decisiГіn, a Tristano le pareciГі que el soberano estaba bien dispuesto a considerar las razones expuestas y a analizar el escenario previsto.
Y de hecho, no se equivocГі en absoluto: dos dГas despuГ©s recordГі al joven alumno del difunto cardenal Orsini y le informГі verbalmente que el Reino de NГЎpoles participarГa en la nueva alianza contra Venecia. El mando se confiarГa a su hijo Alfonso, duque de Calabria, que tambiГ©n actuarГa como capitГЎn de la liga. El acuerdo se formalizarГa mГЎs tarde y se harГa oficial el dГa de Navidad.
Tristano estaba encantado.
DespuГ©s de una deliciosa cena de pasteles y tortas navideГ±as, ciertamente no desdeГ±ada por los barones y los mГЎs corteses representantes de la nobleza napolitana, el joven decidiГі retirarse a su hospedaje para tratar de relajarse sumergiГ©ndose en una baГ±era caliente generosamente preparada por Su Majestad.
La anciana que habГa preparado tan cuidadosamente el baГ±o para Г©l, mientras ponГa la Гєltima ropa de cama en un armario, insistiГі en mirarlo. Pero el funcionario entumecido no le prestГі tanta atenciГіn, inmerso en sus pensamientos y preguntas sin resolver al menos como lo estaba en aquella baГ±era humeante.
"Tienes los mismos ojos. Tu madre era una mujer santa". dijo la mujer antes de desaparecer detrГЎs de la puerta de la habitaciГіn.
El soГ±ador se dio la vuelta. Aquellas palabras lo llamaron como un timbre a la realidad.
"Espera", gritГі en vano.
ВїCГіmo conocГa esa mujer a su madre? ВїLa conocГa o habГa trabajado con ella durante el tiempo que estuvo en ese tribunal? Tristano debiГі saberlo… SaltГі de la baГ±era y, haciendo su mejor esfuerzo, se puso rГЎpidamente la camisa, los pantalones y las botas y se apresurГі a buscarla en el palacio.
Al descender al piso de servicio, escuchГі inconfundibles gemidos humanos, separados por gemidos mГЎs agudos mezclados con chirridos regulares de tablones de madera, provenientes de la habitaciГіn al pie de la escalera.
El pastelero, sublime creador de las deliciosas arquitecturas de azГєcar que dominaban en las mesas de los banquetes de palacio, asГ como los dulces de almendras, se encargaba de embutir a las jГіvenes que al final del dГa ordenaban la cocina. En ese momento, sin embargo, el joven embajador no tenГa tiempo para ese tipo de espectГЎculo y, echando una mirada fugaz, se fue.
MГЎs allГЎ de las cocinas, en un estrecho pasillo, vislumbrГі una buena mitad del perfil corpulento de una mujer, tendida en el suelo, de espaldas, en la puerta abierta de una habitaciГіn, con la luz de la chimenea iluminando su rostro, como si alguien hubiera intentado llevar el cuerpo despuГ©s de aterrizarlo. Era la anciana que Tristano estaba buscando.
La sirvienta tenГa los ojos como platos y la boca medio abierta, no respiraba. En el suelo de la habitaciГіn notГі una pequeГ±a piedra de color azul profundo, probablemente parte de una gema de lapislГЎzuli similar a las que estaban colocadas en el pomo del arma del perseguidor unos dГas antes.
Sin embargo, escuchГі ruidos que venГan del pasillo y decidiГі irse antes de que alguien notara su presencia, difГcil de justificar, en aquel lugar inconveniente.
A la maГ±ana siguiente, junto con su ayudante, dejГі el castillo. A la sombra de una torre, Pietro reconociГі entre los secuaces del Duque de Calabria, a uno de los hombres que habГa atentado contra su seguridad el dГa de su llegada e informГі en silencio a su seГ±or. Este Гєltimo, sin embargo, dado el resultado diplomГЎtico alcanzado y la situaciГіn aГєn turbulenta, decidiГі no pronunciar palabra alguna, y entre los saludos, se puso en movimiento.
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